Este primero de mayo se ha hecho la formación en línea “Crecer y esperar en tiempo de sufrimiento” con el religioso camilo José Carlos Bermejo. El director del Centro de Humanización de la Salud reflexionó sobre el momento que se vive actualmente, sobre todo, en la vida religiosa. Ante las dificultades por las cuales andan los religiosos, dibujó un marco de realidad para poder hacer un ejercicio de resiliencia y abstraer de aquello que nos desafía una oportunidad.
Casi un centenar de religiosos y religiosas de diferentes congregaciones se conectaron a la sesión de formación que empezó con una plegaria centrada principalmente en las repercusiones de la Covid. Una pandemia que ha supuesto la pérdida de muchos miembros de la vida religiosa. Partiendo de esta dura realidad, empezó José Carlos Bermejo su intervención. Como religioso del ámbito sanitario, expuso la situación como sí de un paciente se tratara y dividió su reflexión en tres partes: síntomas, diagnóstico y posible tratamiento.
Síntomas: realidad y contexto
En la primera parte, describió el marco que hoy en día rodea a los religiosos, los cuales atraviesan un “momento de pérdidas, disminuciones de las comunidades, envejecimiento cada vez más evidente y ahora la brutalidad de la pandemia”. Contrastó las cifras de la presencia religiosa del 2015 al 2020. En este periodo ha habido un descenso, de 5.615 religiosos y religiosas a 4.641 y expuso también como en las tres últimas décadas la vida religiosa ha disminuido a la mitad. Destacó también como la media de edad se ha envejecido siendo ahora de sesenta y ocho años.
Ante la crudeza de este escenario, constató la entrada en tres crisis: edad, autonomía y pertenencia. Esta última, entendida como la sensación de muchos religiosos que se sienten en un mundo extraño por cómo ha cambiado todo.
Diagnóstico: ante la pérdida, duelo
Bermejo constató que la vida religiosa se encuentra en un momento de “luto”. “Estamos en un duelo por cerrar obras y comunidades, hemos abandonado presencias religiosas en muchos lugares y hemos cerrado comunidades y obras, desde donde ejercíamos varios roles de gestión y nos sentíamos implicados”. Describió como “la vida religiosa está herida, ha sufrido amputaciones y esto hace daño”. Con todo, invitó a aceptar la situación y no negarlo, para entender que “es la hora de dejarse cuidar y aprender nuevos roles”. “Siempre hablamos de nuestra actividad de servir, pero nosotros también nos tenemos que dejar estimar y cuidar”, dijo Bermejo.
Bermejo recordó como, todo duelo implica una serie de tareas: aceptación, expresar los sentimientos, entender que aquello que hemos perdido ya no está y la necesidad de establecer nuevos vínculos. “Hay que aceptar esta situación y no negarla” – exponía-. No nos tenemos que resistir porque entonces mantenemos con nostalgia y no cambia nada”, va dir. “Hay que invertir la energía en nuevas relaciones y nuevas miradas”.
Tratamiento: Poner en el centro a Jesús
El religioso camilo reflexionó como “antes parecía que se vivía la vida religiosa hablando de las cifras como si se tratara de empresas de hasta donde llegamos y cuanto más lejos más producción”, explicaba. Esta visión la contrapuso a «una nueva oportunidad para apasionarnos por aquello fundamental”. “Quisimos seguir a Jesús pobremente y ahora es nuestra oportunidad, puesto que estamos liberados de muchas dinámicas empresariales”, dijo.
Otros tratamientos
Finalmente, mencionó varios “tratamientos” más concretos para adaptarse a este nuevo entorno, aprovechando las oportunidades que hay. Entre estos destacó la sabiduría de todo aquello vivido. Es decir, “pensar que los valores y anécdotas pasados son recuerdos de ahora y un testigo de como envejecer saludable y dignamente”, una enseñanza para ejemplificar en medio de la sociedad.
También, como tratamiento, propuso “el apostolado del teléfono” y de las tecnologías, las cuales han dado la oportunidad de romper barreras con la distancia territorial. “Antes podíamos estar menos en comunión interprovincial y ahora podemos ayudar los más lejanos de nuestras congregaciones”, dijo.
El camino, la esperanza
Finalmente llegó a la esperanza, una dinámica que “nunca se tiene que perder, y que no se tiene que entender ni como un optimismo ingenuo ni como un mero deseo”. Tal como dijo, esperanza es confianza en el anhelo de aquello que se quiere, con constancia perseverancia y fidelidad. Bermejo invitó a “encontrar razones para la esperanza es un campo difícil, pero hay que encontrar la manera de sobrevivir teniendo en cuenta la realidad”.
Al final de la sesión, el ponente invitado respondió a las preguntas y dudas de los religiosos y religiosas que participaron en el encuentro. En este momento Bermejo insistió en el papel de la esperanza. Una dinámica esencial sobre la cual hay que hablar para evitar las lamentaciones. “La esperanza hay que hacerla operativa, puesto que nos hace trabajadores para conseguir aquello que queremos que se haga realidad”. Concluyó asegurando que “no hay esperanza si no hay compromiso”.
Cambiar el rol y dejarse estimar
Antes de acabar, reflexionó asegurando que “también se evangeliza en pasiva”. En este sentido, invitó a plantearse el rol de cada uno pero conjugando las acciones en vez de realizándolas uno mismo dejando que los otros lo hagan por nosotros. Es decir, en vez de servir, dejar servir y en vez de siempre mirando de cuidar, siendo consciente de que hay momentos que hay que cambiar y pasar a dejarse cuidar. “Hay que aprender a dejarse estimar de manera evangélica para construir así el Reino”, dijo. “Porque quién me tenga que cuidar, pueda disfrutarlo con todos los sentidos”. “Dejándome estimar ellos tienen el gozo de sentir este amor”, añadió.