Pare misericordioso, tú nos llamas a recorrer tus caminos
y tu llamada amorosa nos sostiene cuando nos desviamos.
Abre nuestros corazones a los impulsos de tu Espíritu
y haznos (libres) para seguir sus inspiraciones.
Que Jesucristo, tu Hijo, sea el Señor de nuestras vidas
y haga que demos frutos que perduren.
Te ofrecemos este día y te pedimos que continuemos creciendo
en fidelidad, en celo apostólico y en deseo de suscitar nuevas vocaciones.
Ayúdanos a ser sensibles a tus llamadas
y a responderlas con generosidad.