REFLEXIONES PARA TIEMPOS INSÓLITOS
QUEDÉMONOS EN CASA: DEL CAOS AL COSMOS
El P. Ignasi Fossas, prior de la abadía de Montserrat, intervino en una sesión académica, organizada por el Ateneu Universitari Sant Pacià el día 3 de marzo y dedicada a la economía del papa Francisco. Dijo, entre otras cosas, que la Regla de San Benito sirve como criterio de organización. Se trata de poner orden en el caos para convertirlo en cosmos, palabra que contiene estos dos significados: orden y belleza. Por tanto, se trata de ordenar el espacio, ordenar el tiempo y ordenar la convivencia.
Ante la imperiosa necesidad actual de quedarse en casa, en las familias, en las comunidades religiosas, prácticamente confinados a causa de la pandemia, me ha venido a la mente esta intervención para aplicarla al nuevo estilo de vida de estas semanas. Estamos acostumbrados a entrar y salir de casa sin ningún problema. No poder hacerlo, nos puede conducir al caos sino sabemos poder orden en estos tres conceptos a los que apunta la Regla benedictina. El confinamiento pretende dos objetivos importantes: no contagiar a los demás y no ser contagiado. El amor es capaz de entenderlo. La frivolidad, en cambio, no teme poner a los demás en situación de riesgo.
Primero.- Orden y belleza en el espacio. Cada familia, cada comunidad religiosa, tiene que ser consciente del espacio de que dispone y de cómo puede organizarlo en esta nueva situación. La percepción de los límites es inevitable. En algunos casos, casi angustiosa. Pisos pequeños. Los pisos grandes facilitan desplazarse por ellos y pasear más holgadamente. No obstante, saber encontrar un orden solo puede beneficiar. Existe la oportunidad de organizar el espacio y las cosas que hay en él, así como de distinguir los lugares personales de los comunitarios. Cuidar y extremar las precauciones para que todas las personas, todos los hermanos y hermanas de comunidad, puedan sentirse suficientemente acompañadas, más seguras y menos aisladas.
Segundo.- Orden y belleza en el tiempo. Como no se distinga el día de la noche, como no se goce de un horario que regule sin rigidez el tiempo de manera armónica, cada nuevo minuto será el anuncio del caos inminente. Todo el tiempo tragando las mismas noticias de la tele o de la radio crea neurosis. Contabilizar las muertes al minuto… permite observar cómo suben las cifras y a la vez como se recrudece la angustia y la tensión. Saber encontrar ritmos para las necesidades variadas. Entre las prioridades, cabe el silencio y la interioridad, la plegaria personal y comunitaria, la atención a las aspiraciones espirituales, la convivencia fraterna, el servicio comunitario… La distracción ayuda, sin caer en la obsesión por los productos tecnológicos y de entretenimiento, que nos aleja de lo esencial. Son importantes el inicio para levantarse y el fin de la jornada para ir a dormir. Tiempo para estar juntos. Tiempo de tareas familiares y comunitarias. Tiempo para el silencio y el trabajo personal.
Tercero.- Orden y belleza en la convivencia. Los otros dos aspectos redundan en este. No estamos acostumbrados a vivir juntos tantas horas y pueden saltar chispas por la tensión acumulada. En momentos de tensión y de angustia la susceptibilidad aumenta. Hay que saber encontrar orden en la convivencia. Aportar aspectos positivos. Tiempo para hablar y tiempo para callar. Respeto, cariño y atención hacia las personas que compartimos en el mismo espacio y el mismo tiempo. Tener conversaciones interesantes en las comidas, que también sirvan para relajarse sin perder nunca el sentido del humor. Cuidar las relaciones es básico. Las relaciones con Dios en la plegaria. En la inmensa mayoría de casos, la eucaristía no es posible, como ocurre en las familias, en las comunidades de religiosas o de hermanos. En estas situaciones, se puede celebrar la Palabra de Dios y la Sagrada Comunión. Una forma de vivir a fondo la Iglesia doméstica en comunión con la Iglesia diocesana y universal. Somos comunidades de fe y de vida.
Como Moisés en la cumbre de la montaña, si mantenemos los brazos levantados hacia Dios, la humanidad irá ganando la partida a un virus que reduce a cenizas nuestro orgullo para adentrarnos en la humildad y nos devuelve a los valores esenciales, la perspectiva de los cuales nunca tendríamos que perder.
Lluís Serra Llansana,
secretario general de la URC