(URC Redacción · 11/02/21) Este 11 de febrero se celebra la 29 Jornada Mundial del Enfermo. Son muchas las congregaciones religiosas dedicadas al servicio asistencial a los enfermos. Entre éstas, destaca la congregación de San José de Gerona, fundada por María Gay y Tibau en 1870. Desde Perú nos llega el testimonio de esperanza de la hermana Flor Pluma, de las religiosas de San José de Gerona. Destinada a la localidad de Arequipa, se la Superiora Local de la comunidad «Sembradoras de Paz» y es directora del Centro Médico San José de Tiabaya.
Religiosas y el servicio asistencial en Arequipa
Flor Pluma explica que trabaja en una «casa CUNE», para niños y niñas ya la vez en el centro médico. Atienden a los enfermos a los consultorios y también se realiza acompañamiento de enfermos y atención de enfermería en el domicilio, educación sanitaria y pastoral de escucha.
Según explica la religiosa, los habitantes de la localidad de Arequipa sufren mucha pobreza, y las hermanas tratan de darles una mano. «Hay muchas familias pobres que trabajan en el campo, muchas de las cuales son explotadas», explica la religiosa.
Actualmente, en Arequipa, la situación de los hospitales está colapsada por la pandemia y se han instalado en las casas de los mismos pacientes. «Capacitamos a un miembro de la familia para que cuide de su familiar enfermo y nos mantenga informados por si se presenta alguna emergencia», explica.
Un amor misericordioso
La hermana Flor Pluma expone que su fuente de esperanza en medio de este contexto, y ahora más con la Covidien-19, es Cristo. «Cristo nos ha acompañado durante este tiempo para ayudarnos y que nos dice: ‘no te preocupes, estoy contigo no temas’. Esto ha hecho que nuestro interior se haga fuerte».
«La esperanza vivida, nos urge a curar con misericordia, a aliviar los sufrimientos de los enfermos con un amor especial», explica la religiosa. «Como si lo hiciera una madre con su hijo enfermo con ternura y abnegación». Segun Flor Pluma, «la esperanza las lleva a ver al Señor en la cara de los que sufren, oprimidos por la enfermedad». «Una esperanza de que cada día nos recuerda que por eso nos hemos consagrado a Dios, para ayudar en los hospitales, geriátricos, centros médicos… en sus domicilios», añade.
«Hoy son los afectados por este virus nuestra prioridad y estamos pendientes de ellos desde que inician el tratamiento hasta su finalización, gracias a Dios, con resultados favorables».
Tras el cansancio, la alegría
Este conocimiento que Cristo está presente, las acompaña a ella y todo el equipo médico. Conviven con esta fuente de esperanza «velando con la fundadora María Gay y Tibau, a Cristo en el sagrario y en la oración y, después, al hermano enfermo». «Esta Esperanza es una llamada que implica cansancios y fatigas si, pero también inmensas alegrías que nos empujan cada día a servir con alegría», añade.