(Llorenç Puig) La comunidad cristiana, la Iglesia, tiene siempre la intuición de que las personas necesitamos ‘segundas oportunidades’ para mejorar, para convertirnos, para profundizar más en aquello que tenemos que reconsiderar, purificar o reconciliar en nuestra vida.
Por eso cada año nos ofrece dos tiempos especiales, Adviento y Cuaresma; y quizás, más especialmente, la Cuaresma es un tiempo de conversión.
Hoy recibimos pues una invitación a hacer de esta Cuaresma, que acabamos de iniciar, un tiempo de conversión, un tiempo favorable para revisar nuestra vida, un tiempo apropiado para reconciliarnos con Dios, con los otros, con nosotros mismos, con la creación.
Ya lo dice San Pablo en la segunda lectura que hemos leído el miércoles de Ceniza: ¡Reconciliaos con Dios!. Y también: «Ahora es la hora favorable, ahora es el día de la salvación.»
Sí, hoy se nos ofrece una buena oportunidad para rehacernos, para recomenzar, para vivir a lo grande nuestra fe y nuestra vida.
Este miércoles de Ceniza ha depositado sobre nuestra cabeza un poco de polvo que nos recuerda que somos poca cosa, que somos efímeros, que nuestra vida es breve.
La invitación que se nos hace no es a caer en un nihilismo o en un ‘carpe diem’ ante la fugacidad de la vida, sino a vivir a fondo las oportunidades de cada momento para dar vida, para llevar a nuestro entorno claridad y amor; una invitación a dejar una buena huella en nuestro mundo.
Por lo tanto, este tiempo de Cuaresma puede ser un tiempo oportuno para preguntarnos: «¿Qué buena huella piensas llevar a nuestro mundo?»
Sí, este tiempo de Cuaresma puede ser la hora favorable, el día de reencontrar el camino hacia la Vida, hacia el Señor.
Quizás así nosotros, religiosas, religiosos, nuestras comunidades, nuestras obras, nos podemos hacer más transparentes para mostrar el amor y la luz del Señor de la vida…
Que nuestro mundo necesita testigos de su luz y su vida; y la vida consagrada está, sin duda, invitada a serlo cada vez más, testigo de la luz y la vida del Señor. Y por eso estamos invitados a convertirnos de nuevo hacia el Señor, que es la fuente de nuestra vida.